El Día de las Ánimas o Día de Difuntos en Rubio

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Desde tempranas horas de la mañana del segundo día del mes de noviembre, una fuerte concentración de vendedoras de flores y ventas de pasteles de yuca con masato o chicha invadía el corto trayecto de la calle 1 de La Palmita, elemento del paisaje palmitero que no escapaba a la elevada y ocasional visita poblacional en ese día denominado Día de Las Ánimas, o Día de Todos Los Muertos o El Día de todos Los Difuntos.

El frente del Cementerio Municipal, casi vacío durante casi todo del año, a partir de las primeras horas de ese día se tornaba nutridamente bullicioso por la invasión de puestos de venta de flores junto con ventas de chicha, de pasteles, de café y hasta de morcillas, servicio que atendía la necesidad alimenticia mañanera de una numerosa presencia de personas venidas desde diversas partes del distrito Junín (hoy municipio Junín) y hasta de lejanos lugares del país quienes acordándose de sus familiares ya difuntos que allí reposan el sueño eterno, destinaban ese día para poner unas flores sobre la fría tumba donde se guardaban los restos mortales de sus familiares ya ausentes.

La calle Táchira o Calle 7 full de visitantes hasta los teque-teques. Tratándose de una antigua vía con capacidad vehicular muy reducida, su espacio útil vial quedaba casi nulo, carros forzadamente estacionados a lado               y lado dificultaban el libre desplazamiento de muchas personas que  caminando trataban de pasar por algún espacio disponible.

El cura en especial

En alguno de esos días de comienzos de la década de los años cincuenta, en  el día de los difuntos, las familias pudientes inventaron la idea de contratar a un sacerdote para que acudiera al cementerio a oficiar unas breves oraciones ante la tumba de sus difuntos, petición que entonces era aceptada previa cancelación de los religiosos aranceles eclesiásticos por ante las oficinas de la Casa Cural ubicada al lado de la Iglesia Santa Bárbara.

El cura popular

Aquella privilegiada costumbre cuyo acto revestía características de elevado nivel religioso despertó en otros dolientes observadores no tan pudientes como los pioneros de la idea, el deseo de ofrendar lo mismo a sus ya fallecidos familiares. La idea se fue extendiendo hasta alcanzar un importante nivel de necesidad afectiva que ameritó la presencia de varios sacerdotes quienes libro y agua bendita en mano corrían de un lado a otro para atender el requerimiento del colectivo lo que generó una dolorosa petición de numerosos dolientes corriendo detrás del apresurado paso del cura que buscaban ser atendidos, “aquí Padre, aquí”

Llegó un momento en que los curas no daban abasto para atender tan generalizada costumbre y el oficio religioso dejó de tener nutrido contenido religioso como lo fue en sus inicios, el evento entonces empezó a convertirse en un sencillo rezo de dos o tres oraciones por parte  del sudoroso y apresurado cura que muchos descontentos por tan inesperado y doloroso cambio, decidieron desistir de la intención.

Sumado a esta deformación del ambiente católico, surgió otro inconveniente, la calle 7 o Calle Táchira de La Palmita: desde muy temprano en la mañana de ese Día  de Los Difuntos adquiría un ocasional paisaje que por la fuerza de la costumbre originó serias dificultades de desplazamiento por ocupación de espacios privados que incomodaban la convivencia de la vecindad de aquel Pueblo Viejo. Varios vecinos molestos plantearon a la autoridad municipal el aplicar un correctivo que aliviara la situación y entonces desaparecieron las ventas de comida y hasta los curas ya no atendían los requerimientos de los dolientes, solo quedaron algunas ventas de flores autorizadas por la municipalidad, el magno evento social se transfiguró y ese tan importante día del mes entró en terapia intensiva que a la presente fecha se niega a morir. Al momento de redactar nuestro presente trabajo ya el Día de Los Difuntos allí en La Palmita es solo un día común y corriente como cualquier otro del año en curso.

Autor: Alexander Argimiro Omaña Alvarez

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