A 27 meses del asesinato del estudiante del séptimo semestre de Educación Física, de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), y además promesa del fútbol tachirense James Andrés Garzón Ospina, su familia se encuentra aún esperando respuesta, tanto del Cicpc como del Ministerio Público, sobre el esclarecimiento del crimen, ocurrido en Rubio, municipio Junín.
Transcurrido el tiempo, se comenta que el sicariato de Garzón Ospina obedeció a una venganza de supuestas mafias de vendedores de rifas que operan en la esquina del Salón de Lectura de Rubio, donde precisamente fue asesinado el muchacho de 21 años, el 19 de abril de 2013, luego de que, pese a ser advertido de no hacerlo, James se instaló allí para vender los números de una motocicleta que iba a rifar.
Aun cuando otros vendedores de rifas lo estaban “corriendo” de esa esquina, el muchacho tramitó ante la alcaldía de Rubio un permiso, que lo autorizaba a estar ahí vendiendo los tickets. No sabía que este “atrevimiento” le costaría la vida.
Estaba en la categoría juvenil del Deportivo Táchira F.C. y a punto de graduarse en la universidad, uno de sus hermanos le regaló una motocicleta para que la rifara y se hiciera de algún dinero que le serviría para los preparativos y acto de graduación.

Ese 19 de abril, a las 2 de la tarde, mientras entretenido ofertaba los números a quienes pasaban por la calle 12 con esquina del Salón de Lectura, de repente fue atacado sin contemplación, por un sujeto armado que descendió de una moto y se dirigió directamente a él, en presencia de varios testigos.
Aunque fue auxiliado y trasladado aún con vida, por paramédicos del Cuerpo de Bomberos de Rubio, a un centro asistencial y de allí a una clínica privada, James murió.
“Todo este tiempo hemos tratado de que el asesinato de mi hijo no quede impune. Sabemos que hay muchos testigos pero ninguno ha querido hablar, tal vez por miedo. Ni la Fiscalía ni el Cicpc nos da respuesta. Los funcionarios del Cicpc de Rubio colectaron como evidencia los teléfonos de él, al tiempo fuimos a pedirlos y nos dijeron que estaban perdidos, que se los habían robado. Cuando mi esposo va o llama al Cicpc o lo tildan de loco y no lo atienden, o sencillamente le cuelgan el teléfono. Esto no es posible. Le pedimos al señor presidente Nicolás Maduro que interceda en este y otros casos como el mío, así como han resuelto otros asesinatos. No tenemos recursos para abogados, somos una familia pobre. Pero ya basta de que las madres estemos llorando a nuestros hijos, que estemos pasando por esto, mientras los responsables se encuentran en libertad”, señaló Deyanira Ospina, madre de James Garzón.
Fuente: lanacion.com.ve